
Nadie se levanta por la mañana esperando que el botón de su blusa favorita salga disparado justo antes de una presentación importante, que el dobladillo del pantalón se deshaga al subir las escaleras de la oficina, o que el café del lunes termine estampado en la única chaqueta que hace juego con el resto del look. Sin embargo, estas situaciones con tu vestuario ocurren, y más a menudo de lo que creemos.
En el universo laboral, donde la imagen personal es una extensión de la marca profesional, las emergencias relacionadas con la ropa que llevas no son simples anécdotas. Son episodios que, si no se resuelven con agilidad y criterio, pueden afectar la percepción que los demás tienen de nosotros. Saber cómo actuar ante estos contratiempos cotidianos es toda una habilidad.
Si bien cada vez hay más apertura hacia la naturalidad y la espontaneidad, no deja de haber una expectativa de pulcritud, coherencia y cuidado. En ese sentido, una mancha visible, un descosido evidente o un look que no cumple con el dress code puede interferir en la claridad del mensaje que queremos transmitir.
La solución no pasa por convertirnos en personas obsesionadas con el espejo, sino por incorporar la previsión y la adaptabilidad como parte del ritual profesional. Contar con un pequeño “kit de emergencia” en la oficina —agujas, hilo, toallitas quitamanchas, laca para medias, desodorante en spray, entre otros— no es una excentricidad: es una herramienta de control y autocuidado. Y tener un outfit de repuesto (aunque sea básico) en el escritorio o el coche puede marcar la diferencia entre improvisar o resolver con eficacia.
PUBLICIDAD
Capacidad de reacción
Pero hay algo más profundo en juego. Cómo reaccionamos frente a un imprevisto también comunica. Una persona que se muestra serena ante un imprevisto en su imagen, que sabe resolverlo o que simplemente pide ayuda con naturalidad, proyecta madurez profesional. En cambio, el nerviosismo excesivo o el descuido constante pueden generar dudas sobre su capacidad para manejar situaciones bajo presión.
En Personalitia, observamos a diario cómo nuestras clientas enfrentan estos desafíos. Mujeres con cargos de responsabilidad, que desean transmitir credibilidad sin perder autenticidad. Muchas de ellas no buscan la perfección estética, sino herramientas para dominar su imagen incluso en los momentos de crisis. Porque el estilo no se mide en la falta de errores, sino en la habilidad para sobrellevarlos con elegancia.
Por eso, una asesoría de imagen no solo consiste en definir colores, siluetas o armarios cápsula. También se trata de preparar a las personas para vivir su vestuario de forma estratégica, resolutiva y alineada con sus valores. Identificar los puntos débiles del día a día, prever riesgos y contar con recursos a mano para solucionarlos forma parte de construir una presencia profesional sólida y consciente.
En una jornada laboral siempre hay variables que escapan al control: un transporte que se retrasa, un malentendido en una reunión, un ordenador que no arranca. Que al menos la ropa no se convierta en un factor de estrés añadido. Al contrario, que sea una aliada. Una fuente de seguridad. Una base firme desde la cual proyectar todo lo demás.
Y es que más allá del tejido o la moda, el vestuario sigue siendo un lenguaje. Y en una emergencia, la forma en que respondemos, corregimos y continuamos, también dice mucho de nosotras.